viernes, 30 de marzo de 2012

Equilibrio desde lo venusino




Buscar un equilibrio entre el hacer y el placer, trabajando desde lo venusino y no desde lo titánico. Todo es trabajo, como la tela infinita que tejía la joven de "Como agua para chocolate" o como la de Penélope esperando a Ulises.

martes, 20 de marzo de 2012

Senex


El Viejo sabio, Anciano sabio, o Senex, que en latín significa hombre viejo, es un arquetipo de lo Inconsciente colectivo descrito por Carl Gustav Jung. También denominado el Arquetipo del anciano o Arquetipo del sentido. Es a su vez un clásico de la figura literaria, y puede considerarse como un personaje tipo.


En la Psicología analítica de Carl Gustav Jung ejemplos del arquetipo Senex en su forma positiva incluyen al Viejo sabio o a la figura del Mago.

El senex, ha envejecido gentilmente. Su sabiduría no solo se ha incrementado en conocimiento y juicio, sino que ha sabido reconocer que la juventud ha asumido el papel del héroe, y que su posición ha cambiado a una de mentor.


Pero como todo arquetipo incluye su polaridad, éste puede aparecer también en su forma negativa como un padre devorador, ejemplificado en la Mitología griega a través de Urano, o Crono, o también puede aparecer como la típica figura de un viejo estúpido.


El arquetipo antitético, u opuesto enantiodrómico, del Senex es el Puer aeternus.

Hermes


En la mitología griega Hermes (en griego antiguo Έρμῆς) es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores y las vacadas, de los oradores y el ingenio, de los literatos y poetas, del atletismo, de los pesos y medidas, de los inventos y el comercio en general, de la astucia de los ladrones y los mentirosos. Hijo de Zeus y la pléyade Maya.

El himno homérico a Hermes lo invoca como el «de multiforme ingenio (polytropos), de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses.


(Hermes siente el cuerpo sagrado y la psique sagrada. Hermes es el criterio de realidad, lo externo más lo interno, la negociación entre ambos aspectos. Hermes es darse cuenta de: lo emocional, lo económico, del cuerpo relacionado con la vejez)

Jano


Hijo de Urano y de Hécate. Se le representa con dos rostros, el anterior para indicar que conoce todo lo que ha de venir, y el posterior todo lo que ha sucedido. Además tiene una llave en una mano y un bastón en la otra, significando lo primero que abre la puerta del año, razón
por la que los romanos le consagraban el mes de enero, que llamaban «Januarius», y lo segundo que preside los caminos.
Comenzaban los antiguos romanos sus ceremonias religiosas invocando a Jano, porque tenían la creencia de que presidía todas las puertas, todas las entradas y que no se podía llegar sin él hasta donde están los demás dioses.

No tiene equivalente en la mitología griega.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Artemisa y Afrodita


(Tomado de "Los dioses griegos" de Walter Otto)

La bendición de las deidades telúricas está sujeta al gran orden del cual ellas mismas son guardianas. ¡Ay de aquel que lo viole! Las afables bienhechoras se convierten al instante en espíritu maldiciente del que no se puede escapar; son implacables. Este celo en la vigilancia de las sagradas leyes de la naturaleza, esta lúgubre ira contra todos los que las
desdeñan, esta espantosa consecuencia por la que se les pide cuentas, teniendo que responder hasta la última gota de sangre por lo que han hecho —no importa si han obrado de buena fe, si se arrepienten o piden indulgencia—, este carácter severo y amenazante, aparecen en las Erinias con singular aspereza, y de ahí su calificativo: «las Iracundas».

Artemisa:

Es la danzante en praderas estrelladas, la cazadora en las montañas, incluida también la vida humana. Sin embargo, queda siempre la errante reina de la soledad, la hechicera y salvaje, la inaccesible y eternamente pura.
Es la vida brillante, resplandeciente y ágil. Su dulce extrañeza atrae al hombre de manera tan irresistible como fríamente lo rechaza.

Este ser cristalino, sin embargo, está enlazado por raíces oscuras con toda la naturaleza animal, lo infantil, de dulce amenidad y dureza diamantina, tímido, fugaz, desconcertante y bruscamente adverso. Jugando, retozando, bailando y por momentos de inexorable seriedad. Tiernamente solícito y afectuosamente diligente, con el encanto de la sonrisa que compensa toda una condenación, y no obstante salvaje hasta lo espantoso y pavorosamente cruel. Todos éstos son rasgos de la libre y extraña naturaleza a la que pertenece Ártemis. En ella el
fiel espíritu conocedor aprendió a percibir esta eterna imagen del sublime carácter femenino como algo divino.





Afrodita:

Afrodita, genuinamente griega, la diosa de las delicias.

Diosa del mar y de la navegación... La misma magnificencia con que colma toda la naturaleza hizo el mar, lugar de su revelación. Su llegada alisa las olas haciendo relucir la superficie acuática como una joya.

Ella es el divino encanto de la calma marina y de la travesía afortunada y el encanto de la naturaleza floreciente. En forma más hermosa lo expresó Lucrecio (1, 4): «De ti, diosa, huyen los vientos y las nubes del cielo cuando te acercas. Para ti la tierra hace brotar el adorno de deliciosas flores, a ti te sonríe la superficie del mar y, calmada, resplandece la reluciente amplitud del cielo».

Se llama «diosa del mar tranquilo» y hace que los navegantes alcancen el puerto. Eróstrato de Naucratis condujo en un periplo una pequeña imagen de Afrodita comprada en Pafos. De esta manera salvó la nave del naufragio: cuando oraban ante ella, los alrededores de la imagen reverdecieron de mirtos, dulcísimo olor llenó la nave y los navegantes, ya desesperados, felizmente llegaron a tierra (Policarmo, Fragm. Hist. araec. IV, pág. 480). Por lo tanto se llamó «diosa de la feliz travesía», «diosa del puerto»; su oráculo en Pafos fue
consultado sobre la suerte del viaje marino (Tácito, Hist. 2, 4; Suetonio, Tib. 5). Ciudades marítimas la veneraban.

Como en el mar, el milagro de Afrodita se realiza también en el reino de la tierra. Es la diosa de la naturaleza floreciente, vinculada a las Cárites, los deliciosos y benéficos espíritus del crecimiento. Baila con ellas (Odisea 18, 194), se hace lavar y ungir por ellas (Odisea 8,
364), le tejen su peplo (Ilíada 5, 338). Se revela en el encanto florido de los jardines. Por eso se le dedican los jardines sagrados.

El Pervigilium Veneris (13 y sigs.) la canta como reina de las flores primaverales, en particular de las rosas que se abren.

La diosa no permite que se burlen de ella. Puede perseguir con tremenda crueldad a quien cree poder porfiar con su poder. Tiene sus favoritos, para quienes el ser y la vida respiran el placer cariñoso de su existencia. Son hombres en quienes triunfa lo femenino sobre las cualidades genuinamente masculinas. El más famoso es Paris, verdadero tipo del amigo de
Afrodita.

Ella misma es la mujer más bella, no una doncella como Ártemis o llena de dignidad como las diosas del matrimonio y de la maternidad, sino la pura belleza y gracia femenina, rodeada del húmedo brillo del placer, eternamente nueva, libre y bienaventurada tal como nació del inmenso ponto. Las artes plásticas han rivalizado en plasmar esta imagen del amor personificado.

Las Cárites son sus servidoras y compañeras. Bailan con ella, la lavan y la ungen y tejen su vestido. La significación de su nombre, su gracia y seducción (c£rij), Afrodita lo da a Pandora, arquetipo de mujer.

Se habla también del cinto de su pecho que hace irresistible a quien lo posee. En él estaban encerrados todos los «encantos» de Afrodita:

«amor» y «deseo» y «amorosas palabras que hacen perder el juicio al más prudente» (Ilíada 14, 214). Hera se lo pidió cuando quiso excitar el amor de Zeus. Tiempo después se comentó de una bella mujer que turbaba todos los corazones porque Afrodita le había dado el famoso cinto (Antífanes, Pal. Antol. 6, 88). A su alrededor están, además de las Cárites, los genios del anhelo y de la persuasión, Polos, Hímero y «Peitho, la seductora que no conoce rechazo» (Esquilo, Las suplicantes 1040). El hechizo de la rueda amatoria (‡ugx) proviene de ella.

Es muy significativo que esta diosa traiga la felicidad a los hombres —si no se le oponen porfiadamente como Hipólito— mientras que a las mujeres frecuentemente les lleva la fatalidad. Las arranca de su seguridad y pudor haciéndolas infelices con una pasión ciega, muchas veces criminal, por el hombre ajeno.

Sólo esta diosa del eterno milagro amoroso puede brindar la paz mundial, dice Lucrecio en el principió de su poema doctrinal (1, 31 y sigs.). El mismo dios de la guerra, herido profundamente por el amor, se arroja infinitas veces en sus brazos y la mira de hito en hito en amartelado éxtasis.

Entonces emana suavemente el ruego de los labios de la diosa: «¡Oh, da la paz a los tuyos!».

viernes, 2 de marzo de 2012

La araña


(Tomado de "The book of symbols" ARAS-Taschen)

Si algo encarna perfectamente la magia arsenical de la naturaleza es una araña sentada en el centro de su recién tejida telaraña esperando a su presa. Bajo la cobriza “araña luna” del último verano, o húmeda con el rocío de la primera luz, ubicua, algunas veces andrajosas redes brillan en árboles, arbustos, cuevas, vigas, criptas y hojas de hierba. Todas las momentáneas, intricadas matrices de vida visible e invisible se conjuran en la araña y su
cautivadora red.

Estimándose su antigüedad en 300 millones de años, la araña encarna el alma antigua de la existencia
reverberando con creatividad y depredación. La naturaleza ha hecho de la araña el más extraño ser. Un artista de trapecio colgando de su hilo de seda y
bamboleándose hacia arriba, una virtuosa tejedora y un astuto cazador con una amplia red. La artista Louise Bourgeois comparó a la araña con su madre, “una mujer tapiz,” y la llamó “sutil, indispensable, limpia y útil” (Sischy).

Biológicamente un artrópodo, como el escorpión, la araña tiene solo un abdomen y un cefalotórax al cual están pegados ocho patas y usualmente ocho ojos, y partes de la boca que incluyen mandíbulas y un par de colmillos con ganchos para agarrar, aturdir y retener a sus víctimas. Los artistas japoneses del siglo XIX caricaturizaban estos rasgos, interpretando a la araña como una versión de los monstruosos tsuchigumo, las gigantescas arañas de la tierra de los tempranos mitos que evocan el destino de la naturaleza que consume la vida frágil y la conciencia primitiva.

Las arañas producen seda y su espectacular habilidad mágica con los hilos es otra solución al problema de atrapar insectos como presas. Algunas especies hacen bolas trampa o jaulas trampa; machos, hembras y crías de otras especies tejen telarañas en forma de globos, embudos, láminas y escaleras. Distintas glándulas en el abdomen de la araña
producen diferentes tipos de seda para diferentes propósitos que incluyen sacos para los huevos de la araña o para el sostén de presas grandes o venenosas. Las arañas jóvenes cuelgan de escaleras simples de seda mientras el viento las transporta a millas de distancia. La araña embobina seda desde los órganos de seda en su cola, en el proceso de cubrir algunos hilos con una sustancia pegajosa. Una araña que hace globos trabaja sus líneas haciendo un andamio de rayos, en torno a ellos con seguridad teje sus mortíferos y pegajosos espirales y reabsorbe hebras rotas o superfluas (Dawkins, 38ss).

Como una ventana enrejada cuyo centro mira a la eternidad, la tela de la araña intima los patrones de comportamiento instintivos a través de los que la acción de la oscura y
luminosa psique agencia es percibida, identificando míticamente a la araña con el divino creador, el héroe de la cultura, el tramposo y el benefactor. En una historia de creación de los Hopi, la Araña Abuela vive en una kiva (habitación circular excavada en el suelo y recubierta de un techo) bajo tierra que imita la trampa del habitáculo de las arañas y evoca la salida de los Hopi desde el “submundo”.

Un cuento Navajo describe a la Mujer-Araña alojándose detrás de la oreja del héroe, murmurando consejos secretos y mediando su tránsito entre las dimensiones físicas y sutiles, todo dentro de la telaraña que rodea la vida. La araña Anasi de la tradición del Oeste Africano es un inescrupuloso bufón pero también una tramposa que es más lista que criaturas más grandes tales como el elefante o el león (Courlander, 135). La siempre renovada telaraña en forma de rueda ha sido comparada al radiante sol. En los Mitos Hindúes la disimulada Maya está hilando el mundo de ilusión a partir de su sustancia y deshaciéndolo otra vez.

Ocultando y revelando, las arañas medievales protectoramente disimulan a la Sagrada Familia y al profeta Muhammad de sus enemigos, mientras la milagrosa Charlotte de E. B. White escribe en su telaraña para salvar un cerdo. El héroe de acción Spider Man explota las versátiles glándulas hiladoras incrustadas en sus manos humanas. Ovidio asoció
la araña con la gracia y la crueldad de Atenea, diosa primordial de la luna y, posteriormente, encarnación olímpica de las virtudes de la conciencia creadora-del-mundo y sus artes. Aracné, de quien las arañas obtienen el nombre arácnido, era una doncella tan fabulosamente dotada en el arte de hilar que ella retaba jactanciosamente a Atenea a una competencia y sus brillantes alfombras fueron juzgadas iguales. La diosa persiguió a Aracné de tal manera que se colgó; por lástima, Atenea la transformó en su araña.

Ciertamente, la araña encarna a la Madre Terrible de los misterios horripilantes de la muerte y la disolución, la excelente tensión y retroceso de su telaraña a prueba de las luchas de la presa. Las imágenes de sus terrores están reforzadas por el asesinato o la paralización de sus víctimas con el veneno de sus huecos colmillos, y la habitual imagen de la hembra devorando, después de copular, al macho típicamente más pequeño. Evocando nuestra propia propiciatoria protección contra el destino, el macho puede ofrecerle un diversivo sedoso paquete de comida, pulsa una cuerda en los tañidos del cortejo que puede demorar su necesidad de alimentar o enredarla en hilos de seda suficientemente largos para copular y escapar (Dawkins, 38ss).

Las arañas sugieren trabas, dogales y la “trampa del demonio”, el “lazo del diablo”. Hablamos de las telarañas de conspiración y mentiras. El ciberespacio “Web” nos sedujo a adentrarnos en un sinfín de sitios de datos, relaciones, ilusión y perversión. Nuestros desventurados enredos en circunstancias malentendidos son “el asunto”, “la sustancia” de la “araña.” Así es también fatal la atracción del sexo o de la ambición, y los desmembradores enredos de identidad.

Las defensas del self pueden llevar el alma traumatizada hacia telarañas de fantasía
esquizoide encapsuladora y adicción. Hay el solitario tejido de los solitarios mundos autísticos y los siniestros lazos de la locura.

Sin arrepentimientos, la araña es naturaleza, siempre tejiendo sus cuerdas de vitalidad y devastación. La misma materia de la psique puede volverse una red mercurial de estancamiento.

Igualmente, los hilos del sueño y la visión vibran con significado que puede ser descubierto, alimentado al alma y sus transformaciones. Dice la noble y depredadora Charlotte, “La araña tiene que escoger un modo de vida de una u otra manera, y resulta que yo soy una trampera.”

Courlander, Harold. A Treasury of African Folklore. NY, 1996.
Dawkins, Richard. Climbing Mount Improbable. NY, 1996.
Sischy, Ingrid, “Interview with Artist Louise Bourgeois,
October, 1997.” Procuniar Workshop.
White, E. B. Charlotte’s Web. NY, 1952.