miércoles, 29 de febrero de 2012

El cine, más cerca de los sueños que de la vigilia


Las artes cinemáticas tienen una característica fundamental, llaman a crear profundidad, lo cual crea una relación natural entre la película y la psique. A medida que se oscurece el
teatro se oscurece también nuestra conciencia e ingresamos en un reino más cercano al sueño que a la vigilia, un lugar donde los crudo, lo subversivo y lo sublime pueden salir a la luz. Las imágenes en la pantalla liberan a la imaginación a eventos sin tiempo, a historias universales que ocurren en el trasfondo de la vida. Toda experiencia profunda, finalmente, nos dirige a esos universales, lo cual hace a la película como una forma de ritual. Y cuando cruzamos ese espacio ritual comenzamos a salivar por comida arquetipal.

La esencia de la película no es sobre lo que aparece en la pantalla, la esencia está en la manera en que la pantalla se convierte en una ventana a través de la cual, finalmente, llegan los movimientos de la psique arquetipal. Quite los ornamentos y encontrará que vamos al cine a encontrarnos con los dioses.

¿Cómo es creada la profundidad por el cineasta? La película obtiene su cualidad arquetipal principalmente mediante laforma en que es narrada la historia, lo cual refuerza lo aseverado por Hillman "la demostración de que las imágenes arquetipales está... tanto en el acto de mirar como en el objeto visto".

Jung escribió que "el contenido arquetipal se expresa primero y principalmente en metáforas" y Hillman sugiere que la metáfora es el lenguaje propio del alma. La naturaleza metafórica de la película, en la cual las imágenes visuales se convierten en imágenes psíquicas, combinadas con las diferentes cualidades del personaje, son puntos claves de entrada a la perspectiva arquetipal.

Si el dialogo tiene peso, si tiene que ver con aspectos emocionales y con conflictos, entonces una línea de diálogo, una mirada, un gesto o una acción que aparece en la pantalla, puede convertirse en una apertura perfecta al alma. Esta es la razón por la cual
recordamos grandes líneas de texto, de dialogo de las películas.

La "resonancia arquetipal" es un proceso que ocurre cuando un texto y su metáfora se fortalecen juntas en un patrón temático. Comenzamos a darnos cuenta de lo que está pasando por debajo de la superficie y sentimos cuando esto aparece en la superficie. La fuerza de una película depende enteramente de su capacidad para crear momentos donde la acción inmediata en la pantalla revela un texto significativo universalmente que es consistentemente amplificado por las metáforas visuales. Esto implica que la película depende mucho más de su capacidad para crear este proceso que del contenido crudo de sus historias. En los detalles es que está el valor y la profundidad de la película.

Ver los eventos y personajes secundarios como aspectos de la psique del personaje principal, analizarlo como se analizan los sueños, es un camino dentro de la psicología de las películas.

En las películas no se pueden hacer reflexiones y recuentos como en una novela escrita, pero se pueden representar a través de objetos, por ejemplo la obsesión se puede representar por una hilera de latas de sopa ordenadas alfabéticamente, la pasión con una preponderancia de objetos de color rojo, la inspiración mediante un pájaro volando a través de una ventana abierta. Un ojo con alma ve a la psique en todas las cosas y este es el ojo que los lentes de la cámara se esfuerzan por abrir. La película nos empuja a considerar cada cosa que participa como en un campo psíquico. La separación del ego de los hechos
difíciles se disuelve en una tela de sueños tejida con hilos arquetipales.

La dimensión metafórica de la película tiene más que ver son las elecciones creativas hechas en el proceso de filmación que con los elementos básicos de la historia: resaltar lo que está en las paredes dónde ocurre una conversación, en cómo la cámara se fija en los
rostros, lo que aparece en planos de cercanía (close-up), que tipo de camisas son utilizadas. Así el sentido de significado y agudeza está gobernado por la hechura de la cinta.

Las películas dirigen nuestro ojo de muchas formas, más abiertamente por la elecciones de qué entra en el marco y que queda afuera y, más sutilmente, en la composición de todos los elementos de una escena dada: el guionista provee muchos detalles, los diseñadores de vestuario y la producción lo llenan con ideas, los actores interpretan el guión, el cineasta y el director juntos deciden cual es el final de la película, mueven nuestra visión, el editor junta las piezas. La resonancia arquetipal resulta de la suma de elecciones, tan sutiles como si un rostro entra en escena sudoroso, con un tic nervioso o con un bocado de comida. Lo que se vuelve metáfora en la película depende de todas esas contribuciones. Y si, como dice Vico que la metáfora es " un mito breve", entonces debemos asignar mucho de la cualidad mítica de la película a esos que elaboran cada aspecto.

Ver el ánima, el mentor, el mago, o el anciano en un personaje es nombrar a una presencia arquetipal. De igual forma, percibir la pelea de un dragón o el anhelo por el paraíso como el patrón que dirige un modelo detrás de la escena es ubicar un proceso arquetipal. Así
mismo, el afecto que surge con algo de significado arquetipal llega con lo específico, no con lo general. En las películas, lo particular adquiere significado mediante la consideración del contexto.

En términos psicológicos, el impacto de los elementos de la película puede ser llamado
"arquetipal" si tienen el poder de llegar a la psique e invocar una respuesta emocional con tonos sin tiempo y universales.

(Adaptado del artículo de Glen Slater “Archetypal Perspective and American Film” publicado en “Cinema & Psyche”. Spring 73. Spring Journal. New Orleans, Louisiana)

martes, 21 de febrero de 2012

¿Qué es ontogogía?


“Ontogogía” significa ayudar a la persona a alcanzar su máximo desarrollo posible (Libro de Bugental “The search of authenticity”).


lunes, 20 de febrero de 2012

El Desmembramiento


(tomado de "El Libro de los Símbolos" - ARAS - Taschen)


El desmembramiento es una expresión mitopoyética del proceso de fragmentación y disolución, que puede llevar a la diferenciación y renovación. Pertenece a la familia de los “misterios de la muerte”, el desmembramiento evoca la fertilidad y resurrección, liberando la
líbido mediante la ruptura de las estructuras defensivas hasta que quedan solo los huesos de la personalidad, y se crea un nuevo cuerpo. Lo mágico de este proceso se produce mediante el sacrificio de la finitud y la estabilidad. Sobrevivir el desmembramiento lo inicia a uno en la profunda cercanía entre el sacrificio y la creación, el sufrimiento y la transformación.


Descrito en la imagen del desmembramiento de Watakame, el desarrollo de la totalidad es una muerte, un desmembramiento que crea formas de vida por conocer. El mito de la creación del mundo por desmembramiento de un ser primordial es universal: la carne del islandés Ymir se convierte en tierra, sus huesos se vuelven rocas, los dientes se vuelven grava, la calavera en el cielo. En Grecia el desmembrado falo de Urano crea a Afrodita, mientras que su sangre concibe a las Furias. En Babilonia, el héroe Marduk desmembró a la diosa Tiamat, y creó el cielo y la tierra con su cuerpo.


Los restos desmembrados de las victimas sacrificiales, un “ancestro primordial” o el individuo que hace sus veces, son usualmente formalmente distribuidos y luego quemados o comidos, dando lugar a las diferentes jerarquías (de la cabeza a los pies) tanto de la sociedad “corporativa” como del cosmos “orgánico”. Cada acto de desmembramiento recapitula la Creación. Cuando el dios indio de las 1.000-cabezas-y-pies Purusa fue desmembrado, las partes de su cuerpo crearon las diferentes castas. En Indonesia se imaginaban los alimentos básicos creciendo del cuerpo de una bella y rica princesa, desmembrada por aldeanos celosos. “Eres lo que comes” adquiere un significado simbólico como la asimilación de varios atributos psicológicos proyectados sobre el cuerpo, que son “comidos” para reanimarnos. Los divinos chivos expiatorios tales como Jesús fueron simbólicamente desmembrados para producir la renovación: por la ingesta del “cuerpo y la sangre” para salvar al espíritu e identificarse con el ancestro ideal.

En la imagen de la diosa Coyolxauhqui, la totalidad primordial también lleva al desmembramiento, pero al igual que el ciclo de la luna, la totalidad surge de nuevo.

Psicológicamente, nada se “pierde” por siempre, sino más bien somos transfigurados a través del efecto desmembrador de la perdida. La Multiplicidad surge de la Unidad, pero la Unidad es re-creada a partir de la Multiplicidad. Los dioses personifican la dinámica del desmembramiento, tal como Osiris, Dioniso y Kali, personifican los potenciales prospectivos de esta experiencia arquetipal: violencia, pérdida, dolor, pesar, catástrofe, privación, enfermedad, desesperación, envidia, furia y éxtasis inducen estados alterados que desmiembran soltando la personalidad de sus amarras habituales. El egipcio Osiris es desmembrado y esparcido por el envidioso Set, pero re-unido y reintegrado en otro nivel por su hermana/esposa Isis. En su “nuevo cuerpo” él engendro a Horus el hijo-rey, asumida autoridad del submundo y las partes enterradas de su viejo cuerpo “retoñaron” en varios lugares de culto en Egipto. Los frutos del desmembramiento son tanto una perspectiva más amplia y trascendente como una conexión profunda a los procesos inconscientes. Como proceso arquetipal, el desmembramiento es un “deshacer”, el cual efectúa la transformación en un registro diferente de la comprensión racional. Dioniso, que personifica el frenesí desmembrador del éxtasis, la posesión por manías y obsesiones inconscientes, expandiendo los límites y siendo despedazado, simboliza muchas formas de “locura” que desmiembran como un primer paso en la mágica fertilidad donde la disolución provee las semillas del renacimiento.

El desmembramiento es característico de la tradición de iniciación chamánica común a muchas culturas (Asia central, Siberia, Australia, Indo-Tibetana, Norte y Sur América, Nórdica).

Infligida por otros chamanes, espíritus demoníacos, enfermedad, sueños y locura, o “escogida” como autoiniciación por uno mismo mediante el retiro a la soledad o privación, el desmembramiento del “cuerpo viejo” del futuro chamán (muerte del ego) actúa como un regreso al estado de caos primordial, que permite un nuevo cuerpo “sobrenatural”, a un nuevo self nacer. Una disolución radical de la persona vieja regresa a uno “a los huesos”, a la esencia del ser. Esta es una forma de desarrollo psicológico, es más que una renovación o participación en ciclos naturales de muerte y creación. Eliade anota: “Los espíritus cortan la cabeza del sujeto, la ponen al lado, puesto que el candidato debe mirar su desmembramiento con sus propios ojos.” Después del desmembramiento del cuerpo, sus partes y órganos son alimentados a los espíritus de las enfermedades, que el chamán se enfrentará: reconocimiento de que el mundo imperecedero dentro del tiempo y del cambio otorga el poder de sanar. El cuerpo “sobrenatural” creado después del desmembramiento permite al chamán moverse entre esos mundos, encontrar las almas perdidas y curar la enfermedad.

El desmembramiento como iniciación se repite en la alquimia medieval occidental. En la imagen “el nigredo” del manuscrito Splendor Solis, la cabeza decapitada parece estar observando el desmembramiento de su cuerpo mientras también vuelve su mirada hacia su propio interior. Esto enfatiza la separación del cuerpo terrenal, que participa en los ciclos de muerte y renacimiento, y la “cabeza dorada”, el alma, que tiene una perspectiva diferente. Como “Hijos de la Cabeza Dorada”, los alquimistas también exploraron el hecho de que el hacerse completo incluye ser despedazado primero. El texto que el verdugo sostiene , dice: “Yo os he matado, para que vos podais recibir una vida super abundante, pero vuestra cabeza yo esconderé cuidadosamente, para que el mundo no puede veros y destruiros en la tierra; el cuerpo yo enterraré, para que pueda pudrirse y crecer y dar innumerables frutos (Fabricius, 100)

Eliade, Mircea. Shamanism. NY, 1964
Fabricius, Johannes. Alchemy. Copenhagen, 1976.