viernes, 2 de marzo de 2012

La araña


(Tomado de "The book of symbols" ARAS-Taschen)

Si algo encarna perfectamente la magia arsenical de la naturaleza es una araña sentada en el centro de su recién tejida telaraña esperando a su presa. Bajo la cobriza “araña luna” del último verano, o húmeda con el rocío de la primera luz, ubicua, algunas veces andrajosas redes brillan en árboles, arbustos, cuevas, vigas, criptas y hojas de hierba. Todas las momentáneas, intricadas matrices de vida visible e invisible se conjuran en la araña y su
cautivadora red.

Estimándose su antigüedad en 300 millones de años, la araña encarna el alma antigua de la existencia
reverberando con creatividad y depredación. La naturaleza ha hecho de la araña el más extraño ser. Un artista de trapecio colgando de su hilo de seda y
bamboleándose hacia arriba, una virtuosa tejedora y un astuto cazador con una amplia red. La artista Louise Bourgeois comparó a la araña con su madre, “una mujer tapiz,” y la llamó “sutil, indispensable, limpia y útil” (Sischy).

Biológicamente un artrópodo, como el escorpión, la araña tiene solo un abdomen y un cefalotórax al cual están pegados ocho patas y usualmente ocho ojos, y partes de la boca que incluyen mandíbulas y un par de colmillos con ganchos para agarrar, aturdir y retener a sus víctimas. Los artistas japoneses del siglo XIX caricaturizaban estos rasgos, interpretando a la araña como una versión de los monstruosos tsuchigumo, las gigantescas arañas de la tierra de los tempranos mitos que evocan el destino de la naturaleza que consume la vida frágil y la conciencia primitiva.

Las arañas producen seda y su espectacular habilidad mágica con los hilos es otra solución al problema de atrapar insectos como presas. Algunas especies hacen bolas trampa o jaulas trampa; machos, hembras y crías de otras especies tejen telarañas en forma de globos, embudos, láminas y escaleras. Distintas glándulas en el abdomen de la araña
producen diferentes tipos de seda para diferentes propósitos que incluyen sacos para los huevos de la araña o para el sostén de presas grandes o venenosas. Las arañas jóvenes cuelgan de escaleras simples de seda mientras el viento las transporta a millas de distancia. La araña embobina seda desde los órganos de seda en su cola, en el proceso de cubrir algunos hilos con una sustancia pegajosa. Una araña que hace globos trabaja sus líneas haciendo un andamio de rayos, en torno a ellos con seguridad teje sus mortíferos y pegajosos espirales y reabsorbe hebras rotas o superfluas (Dawkins, 38ss).

Como una ventana enrejada cuyo centro mira a la eternidad, la tela de la araña intima los patrones de comportamiento instintivos a través de los que la acción de la oscura y
luminosa psique agencia es percibida, identificando míticamente a la araña con el divino creador, el héroe de la cultura, el tramposo y el benefactor. En una historia de creación de los Hopi, la Araña Abuela vive en una kiva (habitación circular excavada en el suelo y recubierta de un techo) bajo tierra que imita la trampa del habitáculo de las arañas y evoca la salida de los Hopi desde el “submundo”.

Un cuento Navajo describe a la Mujer-Araña alojándose detrás de la oreja del héroe, murmurando consejos secretos y mediando su tránsito entre las dimensiones físicas y sutiles, todo dentro de la telaraña que rodea la vida. La araña Anasi de la tradición del Oeste Africano es un inescrupuloso bufón pero también una tramposa que es más lista que criaturas más grandes tales como el elefante o el león (Courlander, 135). La siempre renovada telaraña en forma de rueda ha sido comparada al radiante sol. En los Mitos Hindúes la disimulada Maya está hilando el mundo de ilusión a partir de su sustancia y deshaciéndolo otra vez.

Ocultando y revelando, las arañas medievales protectoramente disimulan a la Sagrada Familia y al profeta Muhammad de sus enemigos, mientras la milagrosa Charlotte de E. B. White escribe en su telaraña para salvar un cerdo. El héroe de acción Spider Man explota las versátiles glándulas hiladoras incrustadas en sus manos humanas. Ovidio asoció
la araña con la gracia y la crueldad de Atenea, diosa primordial de la luna y, posteriormente, encarnación olímpica de las virtudes de la conciencia creadora-del-mundo y sus artes. Aracné, de quien las arañas obtienen el nombre arácnido, era una doncella tan fabulosamente dotada en el arte de hilar que ella retaba jactanciosamente a Atenea a una competencia y sus brillantes alfombras fueron juzgadas iguales. La diosa persiguió a Aracné de tal manera que se colgó; por lástima, Atenea la transformó en su araña.

Ciertamente, la araña encarna a la Madre Terrible de los misterios horripilantes de la muerte y la disolución, la excelente tensión y retroceso de su telaraña a prueba de las luchas de la presa. Las imágenes de sus terrores están reforzadas por el asesinato o la paralización de sus víctimas con el veneno de sus huecos colmillos, y la habitual imagen de la hembra devorando, después de copular, al macho típicamente más pequeño. Evocando nuestra propia propiciatoria protección contra el destino, el macho puede ofrecerle un diversivo sedoso paquete de comida, pulsa una cuerda en los tañidos del cortejo que puede demorar su necesidad de alimentar o enredarla en hilos de seda suficientemente largos para copular y escapar (Dawkins, 38ss).

Las arañas sugieren trabas, dogales y la “trampa del demonio”, el “lazo del diablo”. Hablamos de las telarañas de conspiración y mentiras. El ciberespacio “Web” nos sedujo a adentrarnos en un sinfín de sitios de datos, relaciones, ilusión y perversión. Nuestros desventurados enredos en circunstancias malentendidos son “el asunto”, “la sustancia” de la “araña.” Así es también fatal la atracción del sexo o de la ambición, y los desmembradores enredos de identidad.

Las defensas del self pueden llevar el alma traumatizada hacia telarañas de fantasía
esquizoide encapsuladora y adicción. Hay el solitario tejido de los solitarios mundos autísticos y los siniestros lazos de la locura.

Sin arrepentimientos, la araña es naturaleza, siempre tejiendo sus cuerdas de vitalidad y devastación. La misma materia de la psique puede volverse una red mercurial de estancamiento.

Igualmente, los hilos del sueño y la visión vibran con significado que puede ser descubierto, alimentado al alma y sus transformaciones. Dice la noble y depredadora Charlotte, “La araña tiene que escoger un modo de vida de una u otra manera, y resulta que yo soy una trampera.”

Courlander, Harold. A Treasury of African Folklore. NY, 1996.
Dawkins, Richard. Climbing Mount Improbable. NY, 1996.
Sischy, Ingrid, “Interview with Artist Louise Bourgeois,
October, 1997.” Procuniar Workshop.
White, E. B. Charlotte’s Web. NY, 1952.

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